Un niño, por naturaleza, nace con un corazón limpio; necesario para encontrar a Dios en sus primeros años de vida. Pero cuando es criado en sociedad, enseñado a ser "reactivo", sumergido en los problemas de los adultos; pierde la inocencia muy rápido. Si no se hace el esfuerzo suficiente de acercarlos a la Divinidad, terminaremos teniendo adultos con una noción de Dios muy inmadura y poco útil para enfrentar la vida.
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