La impunidad espiritual no existe. Las consecuencias de nuestras acciones o de nuestras omisiones SIEMPRE llegan; lo único es que pueden tardar un poco. Esto nos da oportunidades de enmendar. El problema muchas veces es que cuando llegan las consecuencias, ya no nos acordamos ni de lo que hicimos ni de lo que dejamos de hacer. Allí comenzamos a culpar a otros, a la mala suerte o al diablo mismo de lo que nos pasa.
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