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sábado, 17 de enero de 2015

Hijo de Dios

Dios nos asume como hijos suyos, porque nos creó y porque además, se ocupa siempre de nosotros: nos acompaña, nos cuida, nos guía, nos enseña...
Pero nosotros debemos honrar dicha filiación, desde nuestro lado. Nosotros debemos comportarnos como hijos de Dios para efectivamente serlo:
Un hijo reconoce la supremacía de su padre sobre él mismo.
Un hijo nunca desobedece las órdenes su padre.
Un hijo no antepone sus propias ganas o gustos ante lo que el padre espera que se haga.
Un hijo defiende las ideas y los valores de su padre.
Un hijo reconoce, valora y protege el trabajo y el esfuerzo de su padre.
Un hijo cuida su propio comportamiento, porque este refleja las enseñanzas de su padre.
Un hijo comparte como suyas las metas de su padre y lucha por ellas.
Un hijo debe preocuparse en hacer "por los asuntos de su padre".
Así que cada vez que queramos llamarnos "hijos de Dios", pensemos si estamos cumpliendo con nuestra parte. Puede haber una diferencia notable entre ese Jesús Hijo de Dios y nosotros.
Creemos que tenemos el Cielo ganado desde el nacimiento; pero ese Cielo, como herencia del Padre, se gana únicamente siendo buen hijo.



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