Hacemos lo que sea para que nuestros hijos se alimenten bien; hacemos lo que sea para que nuestros hijos hagan alguna actividad física; hacemos lo que sea para que nuestros hijos asistan al colegio; hacemos lo que sea para que nuestros hijos vayan al médico; hacemos lo que sea para que nuestros hijos se diviertan sanamente; hacemos lo que sea para que nuestros hijos tengan buenas amistades... Pero podemos estar haciendo poco o casi nada para que nuestros hijos de acerquen a Dios desde pequeños; y así puedan cultivar una relación sana y comprometida con Él. Después, tendremos a adultos con vidas complicadas, culpándose las desgracias unos a otros; y pidiendo ayuda a un Dios que creen conocer, pero que no les sirve de mucho.
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