Vivimos en una sociedad donde lo más importante es lo que yo haga para sentirme bien; y no el cómo se podrían sentir los demás con lo que yo haga. Así no hay muchas esperanzas. La mala suerte, el destino y la Madre Naturaleza nos debe someter hasta lo impensable; para ver si dejamos la soberbia y entendemos que debemos comenzar a comportarnos como Dios espera que lo hagamos.
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