Trato de recordar la mirada de nuestra Madre la Virgen María y recuerdo una mirada profunda, en la cual te podías perder.
Unos ojos que a veces te enternecían mucho más que todas las atenciones que ella dispensaba.
Una mirada donde llegabas a sentir la compasión que Dios Padre tenía a toda su creación.
Una luz de su mirada que sabía que no te juzgaba, a pesar de que podía reprenderte.
Unos ojos que te recordaban que lo mejor que podía hacer en este mundo era entregarte a la voluntad de Dios.
Es imposible no recordar esos ojos, no sentir esa mirada, no llevarla en el alma; a pesar de haber pasado tantos años.
Unos ojos que a veces te enternecían mucho más que todas las atenciones que ella dispensaba.
Una mirada donde llegabas a sentir la compasión que Dios Padre tenía a toda su creación.
Una luz de su mirada que sabía que no te juzgaba, a pesar de que podía reprenderte.
Unos ojos que te recordaban que lo mejor que podía hacer en este mundo era entregarte a la voluntad de Dios.
Es imposible no recordar esos ojos, no sentir esa mirada, no llevarla en el alma; a pesar de haber pasado tantos años.
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